24 mar 2013
20 años de la llegada de "Dragon Ball" a España
"Hace muchos años, en las laderas de una cordillera, a miles de kilómetros de cualquier ciudad, empezó una historia fantástica...". Tuvo que ser en el mágico año 1992. La historia que aquel niño con cola de mono que ya arrasaba en los canales autonómicos con su clásico repertorio de mamporros, tortazos y singulares ocurrencias llegaba a los kioskos españoles. Con la inspiración de clásicos como el chino "Viaje al Oeste", o incluso de "El Quijote", y sobre todo, con una potencia visual y una capacidad de arrastre nunca vista hasta entonces, el manga "Dragon Ball" iniciaba un largo camino hacia lo que es hoy día: Un título de culto, una leyenda del género 'shonen' (manga dirigido al público masculino joven) disfrutada ya por varias generaciones de lectores.
Tenemos que volver a hacer un esfuerzo para tener que volver a pensar en pesetas, el primer número costó 175 ptas., en aquellas horas de la merienda con la programación infantil y en una sociedad pre-Internet para poder calibrar el efecto de la historieta creada por el mangaka Akira Toriyama y protagonizada por Son Goku, Krilín, Bulma, Son Gohan, Yamcha, Piccolo, Ten Shin Han, Vegeta, Freezer, Célula, Majin Boo, etc, etc, etc... En un país en el que la palabra tebeo era sinónimo de pasatiempo infantil, y en el que sólo teníamos constancia de lo que se hacía en el exterior gracias a las aventuras de los súper-héroes de la Marvel y de la DC, la búsqueda de las 7 bolas mágicas procedente del Japón dio lugar a una auténtica fiebre.
Annabel Espada, editora de "Dragon Ball" entre 2005 y 2007 recuerda aquel particular 'big bang' diciendo del manga que "se extendió por toda la geografía española arrastrando a niños y adultos, creando tal expectación por las nuevas aventuras que dio origen, entre otras cosas, a un curioso mundo de fotocopias y a la compra de material de importación carísimo con tal de saber qué pasaba en los nuevos episodios del manga o del anime".
A su vez, el experto en cómics Toni Guiral, y a su vez editor y redactor jefe de la saga entre 1994 y 1998, afirma que "consiguió, entre otras muchas, dos cosas: una, alentar al dibujo a toda una generación que en lugar de tomar como referente a Ibáñez, hizo suyo a Toriyama. Y dos, que a raíz del abrumador éxito de la serie, apareció un mercado del manga que, hasta hoy, sigue muy activo tras haber pasado por alguna recesión que otra".
Ambos testimonios, junto a los de otros muchos profesionales que tuvieron una participación directa en la publicación de "Dragon Ball" en nuestro país, pueden encontrarse en el nuevo facsímil de la primera edición que publica ahora Planeta DeAgostini Cómics. El mismo sello de una editorial occidental que apostó por Goku y su tropa, y el que ha ido reimprimiendo periódicamente sus peripecias y desventuras (serie blanca, amarilla roja y azul), renueva el formato e invita así a sus seguidores a participar en la efeméride.
Ana María Meca, editora del manga entre 1996 y 1998 subraya en otro de los textos que, "visto con la perspectiva de décadas, es casi melancólico que el punto más alto del manga en España se viviera con una de sus series pioneras... ¡Hasta el momento!". "El éxito de Dragon Ball fue en ese mismo sentido un problema. Había que editar algo como Dragon Ball... el próximo Dragon Ball, y costaba explicar que no había caso comparable, que eso sucedía así tanto en España como en Japón."
Además del lanzamiento de éste volumen especial (32 páginas en blanco y negro, más 8 de reflexiones y el saludo original del autor), Planeta DeAgostini Cómics pone también a la venta un estuche con una Edición 20 Aniversario tanto en castellano como en catalán, limitada y numerada. Consta de dos volúmenes cartoné en el que el primero recopila desde las primeras aventuras hasta el final del entrenamiento de Goku con el Kame Sennin (Duende Tortuga o Maestro Mutenroshi, como prefiráis). Mientras que, por su parte, en el segundo reúne todo lo que da de sí el Gran Torneo de Artes Marciales o Tenkaichi Budokai
Paralelamente, el XVIII Salón del Manga de Barcelona (que se celebra del 1 al 4 de noviembre), servirá de escenario a otras actividades relacionadas con las aventuras del archiconocido guerrero de la nube Kinton. Destaca la convocatoria para batir el récord Guiness del mayor número de personas disfrazadas de personajes de "Dragon Ball", sin olvidar en ningún momento la exposición comisariada por Antonio Martín, antiguo director editorial de Planeta DeAgostini Cómics.
A pesar del reconocimiento, no todo han sido días de vino y alubias mágicas. El camino del primer manga global de la historia (DB ha vendido 300 millones de ejemplares por todo el mundo), estuvo amenazado en España por las críticas y dificultades técnicas. Toni Guiral expone que "para algunos de esos adultos, aquella historia de fantasía y acción no era apta para las tiernas mentes infantiles y juveniles; la acusaban de violenta y técnicamente pobre en comparación con la producciones de la factoría Walt Disney. De hecho, muchos de esos adultos siguen en la actualidad acusando al manga y al anime (sin distinción) de productos perniciosos. No entendieron que "Dragon Ball" era precisamente una serie para niños y adolescentes, una saga con elementos fantásticos que incluían muchos elementos humanos con los que todos sus seguidores se identificaban, como la amistad, la enemistad, el compañerismo, el esfuerzo, el amor o un cierto e inocente erotismo."
Otro punto de inflexión vino determinado por la adopción del formato original. "Hoy en día, prácticamente todos los mangas se publican 'a la japonesa', pero en los años 90 parecía que los lectores no iban a ser capaces de leer de esa manera, por lo que se 'espejaba' la página para que se leyese como un cómic occidental (ésto a su vez, provoca que, por ejemplo, que lo que sus personajes tenían en su mano derecha pasase a la izquierda, y viceversa, algo que como zurdo, siempre me pareció divertido)", afirma Jesús Pece, director editorial entre 2000 y 2004.
Pero no hay una opinión como la de Pere Olivé, responsable de grafismo entre 1982 y 2006. "Por aquel entonces, nada de ordenadores ni de tecnología punta, sino que se hacía todo de un modo artesanal. Con fotocopias de las viñetas interiores debidamente coloreadas, preparábamos las cubiertas, todo recortando y pegando tal y como se hacía también con los textos rotulados de cada globo y sus onomatopeyas, contando para ello con equipos que dieran la mayor de las agilidades al contenido", revela sobre un trabajo sencillamente, impresionante.
Y nos fascinaba la onda vital, el transformarse en súper-guerrero, fusionarse, surcar los cielos montados en una nube...
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